Navidades negras

Título original: Black Christmas
País/Año: Canadá, 1974
Director: Bob Clark
Guión: Roy Moore
Intérpretes: Olivia Hussey, Keir Dullea, Margot Kidder

No es de extrañar que Black Christmas haya pasado décadas desapercibida para un gran número de fans del cine de terror. Documentales, retrospectivas y antologías varias se olvidan de incluir esta modesta producción canadiense, a pesar de que sentó las bases de un subgénero de increíble popularidad desde su aparición en los años 70: el slasher. En su argumento encontramos varios elementos que con el tiempo se convertirían en señas de identidad de este tipo de películas: un asesino implacable y tétricamente original a la hora de masacrar a sus víctimas, una joven y guapa heroína propensa a tropezarse con el inmobiliario, un puñado de policías ineptos y un considerable número de cadáveres. Halloween y Viernes 13 llevarían la fórmula a lo más alto de la taquilla y acabarían por convertirse en los dos clásicos indiscutibles del género, pero la verdadera génesis del slasher es esta pequeña joya dirigida por Bob Clark en 1974.


El guión original de Roy Moore tomaba como base la leyenda urbana de la niñera aterrorizada por las llamadas telefónicas de un asesino, aderezada con la historia de una serie de crímenes reales ocurridos en Quebec. La historia era sencilla y no aportaba, a primera vista, ninguna novedad: un psicópata acecha el hogar de un grupo de estudiantes universitarias que se preparan para las vacaciones navideñas, al principio a través de llamadas obscenas y más tarde pasando a la acción y eliminando a las inquilinas una a una. Cuando la policía comienza a investigar la desaparición de una de las chicas, todas las pruebas apuntan a que el principal sospechoso es el novio despechado de una de ellas.


Es difícil echarle en cara la falta de originalidad a un guión que por otra parte resulta tremendamente efectivo e ingenioso, con varios personajes memorables y diálogos inteligentes salpicados de humor negro. El encargado de dirigirlo fue el canadiense Bob Clark, que contaba en su currículum con una rareza de presupuesto ínfimo titulada Crimen en la noche (Deathdream, 1972). En ella mezclaba con bastante audacia dos tipos de película tan dispares como el drama familiar con tintes indies de John Cassavettes (de hecho, John Marley y Lynn Carlin también aparecen en Faces, quizá la obra más famosa del director estadounidense), y el terror fantástico de serie B más efectista, digno de una producción de Roger Corman. Estaba claro que Bob Clark no era un director al uso, y su particular enfoque del cine de terror encajaría a la perfección con el humor macabro del guión de Moore.


El primer gran acierto de Black Christmas se le ocurrió a Clark antes incluso de empezar a rodar, cuando repasaba el guión: decidió que en la película el espectador nunca llegaría a ver al asesino ni saber demasiado sobre él, manteniéndolo siempre oculto en la sombra y en un discreto segundo plano. El no profundizar en la personalidad, el trauma o los motivos que podrían empujar al psicópata a cometer los asesinatos hace que todo resulte mucho más turbio e inquietante.


El segundo acierto llegaría más tarde, con el rodaje terminado y en la fase de post-producción. El lenguaje utilizado en las llamadas telefónicas del psicópata era en un principio bastante inofensivo, hasta que Clark llegó a la conclusión de que estas llamadas no solo podrían servir para aterrorizar a las víctimas, sino también para construir el personaje del asesino y, de paso, poner los pelos de punta a los espectadores. Y no cabe duda de que lo consiguió: los gruñidos, resuellos, jadeos y gritos que suenan a través del teléfono inspiran mucho más terror que una máscara de hockey manchada de sangre o una cara deformada por quemaduras de tercer grado. La escalofriante voz del asesino se regodea en las obscenidades con un lenguaje que sorprende por su crudeza extrema.


Black Christmas también se toma su tiempo en la caracterización de los personajes, algo que eleva el listón de calidad de la película por encima de otros títulos del género. Las mujeres en particular muestran una independencia que era (y sigue siendo) algo casi insólito en una película de terror, donde los personajes femeninos suelen construirse conforme a unos arquetipos en general bastante rancios.
Sin tener ninguna pretensión más allá de hacer una película de terror de calidad, Moore y Clark establecieron un patrón que se repetiría hasta la saciedad en incontables títulos. Por desgracia, el subgénero slasher se centraría en copiar la forma y no el contenido, y ya desde sus inicios destacó por un inmovilismo llevado al extremo, repleto de clichés y con un tufillo ultraconservador. Al contrario que la gran mayoría de estas películas, Black Christmas no solo ha aguantado el paso del tiempo con sorprendente dignidad, sino que sigue siendo uno de los poquísimos títulos del género que consigue sorprender y aterrorizar al espectador.

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