El camino de Cutter
Título original: Cutter's Way
País y año: EE. UU., 1981
Dirección: Ivan Passer
Intérpretes: Jeff Bridges, John Heard, Lisa Eichhorn
Guión: Jeffrey Alan Fiskin
La adaptación al cine de la novela de Newton Thornburg Cutter and Bone se vio desde el principio afectada por el azar y las trabas típicas para sacar a flote una película en Hollywood. El director Robert Mulligan y los estudios EMI, convencidos del potencial del guion, confiaban en contar con la participación de Dustin Hoffman para llevarlo a la pantalla. La agenda del actor le impidió finalmente participar en el proyecto y tanto Mulligan como EMI acabaron desligándose del mismo. Por suerte, el guion de Jeffrey Alan Fiskin interesó al estudio United Artists, que decidió financiar la adaptación poniendo sus propias condiciones: una reducción considerable de presupuesto y la inclusión de un actor conocido como protagonista. Si bien Jeff Bridges no era todavía una estrella rompetaquillas, su presencia acabó dando luz verde al proyecto. El puesto de director fue a parar finalmente a Ivan Passer, director checo refugiado en EE. UU. que había trabajado junto a Milos Forman en los años 60.
La historia gira en torno a dos inadaptados sociales cuyas vidas se ven trastocadas por un espantoso crimen. Richard Bone (Bridges) es un vividor dedicado casi de forma profesional a seducir mujeres y a emborracharse con su amigo Alex Cutter (John Heard), veterano de Vietnam de tendencias suicidas y curtido en mil bares de mala muerte. Al volver de casa tras una de sus épicas noches de juerga, Bone se queda tirado en un callejón por una avería en el coche. Allí es testigo de una tétrica escena: una figura tira el cadáver de una joven en un cubo de basura. Al volver a casa, Bone se propone olvidarlo todo y pasar página sin ni siquiera informar a la policía de lo que ha visto, algo que su casi inexistente bagaje moral le permitirá hacer sin problema. Pero cometerá el error de contárselo a su amigo Cutter, dejando caer además que está convencido de que la persona que vio en el callejón es J. J. Cord, un magnate local cuyos contactos con las altas esferas le hacen prácticamente intocable. Muy a su pesar, Bone se verá arrastrado por Cutter y la hermana de la víctima a llevar a cabo un inverosímil plan de chantaje.
La historia se desarrolla en una pequeña ciudad californiana y tiene todos los componentes de una novela negra al más puro estilo angelino. Varios aspectos nos recuerdan a Chinatown de Roman Polanski o al universo literario de James Ellroy: la brutalidad del crimen, la ambigüedad moral de los protagonistas o el villano poderoso e influyente que está por encima de la ley. Sin embargo, Cutter’s Way se desmarca del género negro al colocar a dos cuasimarginados sociales en los papeles principales: los encargados de guiarnos en la historia no son ni un detective privado ni un inspector de policía, sino dos inadaptados que no tienen ni el conocimiento ni los medios necesarios para descubrir quién es el asesino. Así, la investigación real sobre el crimen ni siquiera se menciona en la película y la historia se centra en el impacto del mismo en las vidas de estos dos marginados. Cutter tiene la certeza de que su desgraciado periplo en Vietnam, del que regresa con un ojo y un brazo menos, y el alcoholismo crónico que está destrozando su vida son consecuencias de la influencia en el mundo de gente como J. J. Cord, la élite poderosa que se enriquece gracias al sufrimiento de los demás. Aunque Bone sabe que en el fondo Cutter tiene parte de razón, no le cuesta mucho descartar este discurso de "nosotros contra ellos" como una más de las divagaciones iracundas de su amigo y decide concentrarse en salvar su pellejo en vez de buscar justicia. El crimen sirve entonces como punto de inflexión en su amistad, y el espectador tendrá que debatirse entre quién de ellos tiene razón, algo difícil después de haber contemplado el despliegue constante de comportamiento antisocial, abuso conyugal y tendencias autodestructivas por parte de ambos. Hay que esperar casi hasta el final para que se nos muestre si acaso una ínfima parte de lo que se podría considerar una cualidad redentora en sus personajes principales, y aun así sería difícil saber cuáles son las motivaciones exactas de su comportamiento. Por suerte tenemos a Mo, la mujer de Cutter, que sí consigue despertar compasión: se trata de una alcohólica que sobrevive gracias a la inercia de una relación ya casi acabada, pero cuya bondad se puede sentir latir incluso debajo del cinismo y la apatía que le han contagiado su marido y su mejor amigo.
Decía al principio que esta película sufrió algunos cambios fruto del azar y las exigencias de los estudios, cambios que afortunadamente acabaron beneficiando a la película. La inclusión de John Heard en lugar de Dustin Hoffman en el papel de Alex Cutter nos brinda la oportunidad de admirar el talento de un actor que disfrutó de muy poco reconocimiento, debido sobre todo a su encasillamiento en personajes secundarios durante casi toda su carrera. Heard se mete en la piel de Cutter en una actuación intensa y delirante, haciendo creíble a un personaje que se mueve entre explosiones de violencia y ataques patéticos de autocompasión y que pasa de la más absoluta embriaguez a una lucidez pasmosa en cuestión de segundos.
Cutter’s Way ha pasado a convertirse en una obra de culto, el tipo de película prácticamente desconocida que cineastas como los hermanos Coen adoran (se dice que fue la principal fuente de inspiración para El gran Lebowski). Es indudable que está llena de razones para enamorarse de ella: la melancólica banda sonora de Jack Nietzsche, los hipnóticos títulos de crédito con un desfile en blanco y negro y a cámara lenta, las conversaciones entre Mo y Bone de madrugada, los diálogos cáusticos o la ambientación onírica siempre bajo el constante sol californiano. Estamos ante una película atípica y memorable, que parece no querer abarcar demasiado y sin embargo consigue llegar hasta el corazón del espectador a través de su cautivadora y descarnada sencillez.
