Despertar en el infierno
Título original: Wake in Fright
País y año: Australia, EE. UU., 1971
Dirección: Ted Kotcheff
Intérpretes: Gary Bond, Donald Pleasence, Chips Rafferty
Guión: Evan Jones
Durante más de treinta años, Wake in Fright tuvo la triste reputación de ser la gran “película perdida” del cine australiano. A pesar de su estreno mundial en Cannes en 1971 y un recibimiento entusiasta por parte de la crítica, los años fueron apartando a este pequeño clásico aussie a un injusto olvido, llegando hasta el punto de su casi virtual desaparición. Fuera de circulación durante años y prácticamente imposible de encontrar en ningún formato, excepto por una edición limitada en VHS para el mercado estadounidense y esporádicas retrasmisiones nocturnas en la televisión australiana, Wake in Fright parecía destinada al olvido. Hasta que en 1996 Anthony Buckley, el montador de la película, decidió embarcarse en la búsqueda de los negativos originales para llevar a cabo una restauración. Después de lo que debió ser una suerte de investigación arqueológica, Buckley dio finalmente con los negativos, que se encontraban almacenados en un sótano de la CBS y marcados con una etiqueta para ser destruidos. Gracias al empeño de Buckley podemos disfrutar ahora de una versión restaurada que hace por fin justicia a una obra que se ha mantenido en el olvido durante demasiados años, un hito de la cultura popular australiana que finalmente ha sido aceptada como un reflejo fiel del lado más oscuro del país.
El primer plano de la película nos sitúa en pleno outback, la zona interior semidesértica de Australia. La cámara recorre en 360 grados un paisaje árido marcado por las vías de un tren y dos pequeñas casetas, una de ellas una minúscula escuela. Es el último día de colegio en la comunidad de Tiboonda, y el profesor John Grant (Gary Bond) está ansioso por largarse del lugar remoto donde le han destinado y reencontrarse con su novia en Sidney. Primero deberá trasnochar en el pueblo de Bundayabba (“the Yabba”, para los nativos), punto de descanso y última parada antes de reemprender camino a la ciudad. En “the Yabba” encontrará poco descanso, sin embargo. Nada más llegar, lo que parece una inocente visita a un bar se convierte en una inmersión completa en el estilo de vida del singular pueblo minero. El brusco sheriff local le invita a una cerveza tras otra, mostrando una hospitalidad que se convierte en velada amenaza cuando el profesor insinúa su intención de retirarse al hotel. John aparca poco a poco su desdén hacia los nativos y se integra con ellos a través de la comunión que ofrece el imparable flujo de cerveza. Será su perdición: a la mañana siguiente descubre que ha perdido su dinero apostando y no tiene forma de continuar su viaje, por lo que acabará merodeando por el pueblo en busca de ayuda y refugiándose de nuevo en la hospitalidad de sus habitantes. En su periplo alcoholizado conocerá a varios personajes que le mostrarán un modo de vida tan salvaje como el entorno de “the Yabba”, entre los que destaca el turbador Doc Tydon (Donald Pleasence). Grant se unirá a Tydon y a un par de cazadores amigos de este en lo que bien puede ser la borrachera más épica jamás plasmada en la pantalla, culminada en una aterradora cacería nocturna de canguros. Persiguiéndolos en coche, disparándolos y hasta luchando cuerpo a cuerpo con ellos, el grupo de hombres ya se encuentra entregado a la más completa degradación. Para John Grant, todavía queda la mañana siguiente.
Wake in Fright es una novela escrita en 1961 por el periodista Kenneth Cook y está considerada como uno de los clásicos de la literatura australiana. Su visión de pesadilla de la vida en el outback, con la inmensa zona semidesértica y su naturaleza salvaje como de telón de fondo del viaje del profesor John Grant, ofrecía un material ideal para ser llevado al cine. El trabajo recayó en el director canadiense Ted Kotcheff, que llegó a Australia con la difícil tarea de intentar comprender la vida en este lugar remoto y transmitir con fidelidad su esencia a la pantalla. Kotcheff, un forastero en tierras desconocidas, se “infiltró” en la comunidad de Broken Hill (localidad en la que se rodarían la mayoría de escenas) con el interés de un antropólogo y de forma un poco temeraria, ya que su aspecto de hippie no fue muy bien recibido en plena tierra de mineros y granjeros con testosterona por sangre. Su intención era conocer al dedillo a sus habitantes y costumbres para impregnar la película del realismo que requería la historia de Cook. Fruto de la perseverancia de Kotcheff por lograr este tono documental es una atención al detalle que se percibe en casi cada plano: el bullicio de los bares resonando como si estuviéramos allí dentro, las caras de los nativos rojas por el sol y el alcohol, las camareras llenando vasos de cerveza ad eternum con un dispensador de manguera y, en todo momento, una casi imperceptible capa de polvo cubriéndolo todo.
Wake in Fright ofrece una representación descarnada de las zonas colonizadas del desierto australiano a través del viaje infernal de su protagonista, analizando el comportamiento humano en un entorno natural hostil y asestando un golpe bajo a las pretensiones de civilización en aquella zona, por lo que no es raro que en la fecha de su estreno la visceralidad de la película no sentara muy bien en su propio país. En la actualidad, el director insiste en que nunca pretendió dar una imagen negativa de las comunidades asentadas en el outback, algo que cuesta creer tras ver la película. Al fin y al cabo, la tarea de Kotcheff consistía en adaptar un material que no ofrecía mucho margen para intentar adornar la vida en aquella región, sino todo lo contrario: es una representación descarnada que expone la degradación a la que se puede llegar viviendo en un lugar hostil, algo que la película traduce en imágenes con una agresiva determinación. El principal objetivo parece ser derrumbar el mito del compañerismo masculino en condiciones de vida extremas. Los personajes están metidos en incesables demostraciones de “colegueo” que se imponen como un extraño código social para convivir en un entorno inhóspito: rechazar una cerveza o negarse a participar en un reto absurdo son muestras imperdonables de debilidad, afrentas a una idea atávica de masculinidad.
La contraposición de grandiosa belleza natural y brutalidad humana que ofrece Wake in Fright se expone de forma aterradora en la polémica escena de la cacería de canguros, un clímax violento que muestra con una crudeza difícil de soportar la bajeza en la que acaban cayendo sus protagonistas. En los créditos finales se asegura que la escena fue rodada durante una cacería real, algo que proporciona al espectador un alivio muy necesario después de haber presenciado una experiencia cinematográfica tan asfixiante.
