Callejón sin salida

Póster Cul-de-sac

Título original: Cul-de-sac
País y año: Reino Unido, 1966
Dirección: Roman Polanski
Intérpretes: Donald Pleasence, Françoise Dorléac, Lionel Stander
Guión: Gérard Brach, Roman Polanski

Mi obsesión por el cine de Roman Polanski comenzó cuando tenía unos 17 años, gracias a un pase de La semilla del diablo (Rosemary’s baby, 1968) en un extinto festival de cine fantástico madrileño. Aquella joya me impactó tanto (¡qué afortunado fui viéndola por primera vez en una pantalla de cine!) que me propuse investigar a fondo la filmografía del director polaco. Cul-de-sac resultó ser la mayor sorpresa de todas, no porque la encontrara superior al resto, sino por su condición de rara avis dentro de una obra ya de por sí tan personal e inclasificable. Con sus dos primeras obras, El Cuchillo en el agua (Nóz w wodzie, 1962) y Repulsión (Repulsion, 1965), Polanski ponía de manifiesto muchas de las señas de identidad que le definirían como director, principalmente una gran preocupación por el aspecto visual y por crear con precisión un espacio claustrofóbico donde situar a los personajes. Si bien Cul-de-sac continuaba esta predilección por atmósferas agobiantes y personajes trastornados, fue aquí donde se demostró por primera vez que existía otra dimensión en su cine, que la comedia y el cine de género no le eran extraños y que encajaban a la perfección en su particular forma de entender el medio.


El guión, original de Polanski y Gérard Brach, nos presenta a George y Teresa, un matrimonio un poco excéntrico que está veraneando en una pequeña fortaleza del siglo XI transformada en casa de retiro junto a la playa. El idílico verano (que la mujer aprovecha para intimar con más hombres aparte de su marido) es interrumpido bruscamente por la aparición de un delincuente que secuestra a la pareja en su propia casa. El criminal es tosco y de aspecto amenazante, pero parece dispuesto a ofrecer un trato civilizado a sus prisioneros. Dickie (curioso nombre para semejante torre humana) promete a la pareja que estarán libres de peligro siempre que le ayuden a cuidar de su socio, moribundo por unas heridas de bala, y no le presenten ningún problema mientras esperan a que su jefe vaya a sacarles de allí. Sin embargo, el marido y la mujer tienen una idea bastante diferente de cómo enfrentarse al peligroso aprieto en el que se encuentran. El primitivo secuestrador se enfrentará a las volátiles reacciones de la pareja alternando su carácter bonachón con ataques de violencia: en ocasiones se ve absorbido por la dinámica de la pareja y otras le repele, creándose una imposible relación entre los tres.

Cul-de-sac funciona como comedia bajo las reglas de Polanski: se sustenta en la tensión y está siempre al borde de la tragedia, haciendo que los momentos más graciosos sean muchas veces los más incómodos. A veces es un humor infantil, otras con un toque absurdo, y muchas veces macabro. No se adhiere al género de la comedia por completo, tampoco al del thriller aunque lo sea en muchos aspectos; tiene elementos de cine negro y sobre todo de drama psicológico. Se trata, al fin y al cabo y géneros aparte, de cómo la irrupción de un elemento externo destapa la verdadera naturaleza del matrimonio protagonista. El marido, interpretado por Donald Pleasence, es uno de los personajes más elaborados e interesantes de la filmografía de Polanski, ya que no sólo encarna los miedos e inseguridades que más parecen interesar al director, sino que además sufre un apasionante proceso de autodescubrimiento: de ser el típico hombre gris que no se entera o bien ignora las infidelidades de su mujer pasa a ser alguien que no se avergüenza de su cobardía y rechaza con orgullo el papel de hombre fuerte y protector que su pareja desea ver. Su mujer está ahí quién sabe por qué, por desidia o quizá porque al principio llegó a querer a George y el matrimonio le pareció una aventura divertida. Françoise Dorléac interpreta a este personaje con una sencillez pasmosa. En principio representa la vitalidad, la independencia, la rebeldía que se niega a someterse a Dickie pese a la sumisión de su marido. Después parece que en realidad su principal intención es ver a George humillado, como si la situación extrema en la que se encuentran no sirviera más que para corroborar la idea negativa que tiene de él.


La grandeza del guión de Cul-de-sac reside en la idea de enfrentar a una pareja de clase media-alta con un antagonista de otra época, casi de otra especie, y Polanski lo ejecuta como si observara todo pacientemente a ver qué ocurre, sean cuales sean las consecuencias. En un tercer y muy reciente visionado, cuando Dickie irrumpe en el castillo herido y desfallecido por el hambre, me recordó a un oso enorme colándose en una casa atraído por el olor de la comida: es una fuerza de la naturaleza fuera de su hábitat. El extraño y bestial visitante hará aflorar lo que de otra forma habría tardado años en salir a la superficie, despierta lo mejor y lo peor de George y Teresa y los enfrenta entre ellos.


A medida que se acerca el final, el Polanski más visceral y oscuro empieza a enseñar los dientes, la película deja completamente de ser una comedia y se transforma en un drama que se adentra en la pérdida de cordura de George, en su desesperación. Polanski desata el caos de forma lenta pero implacable, dando la vuelta a la historia y llevándola cada vez más al terreno de Repulsión. El resultado final es una mezcla de géneros de extrema originalidad, una exploración de personajes inusual en una comedia y con una atmósfera anárquica difícil de encontrar en un thriller o un drama psicológico. Es puro Polanski, y el hecho de que sea una de sus películas menos conocidas dice mucho de la variedad y calidad de su filmografía.

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